La hipercolesterolemia, al igual que otra
enfermedad crónica, no descansa en verano, por lo que nosotros tampoco debemos
bajar la guardia. Y no es tarea fácil: picoteos a deshoras, comidas fuera de
casa… pero los excesos pueden acabar pasando factura.
El hecho de estar ocioso y relajado
invita a autoconcederse caprichos mediante la premisa “un día es un día”. Y
así, con el “por un día no pasa nada” vamos, poco a poco, llenando nuestras
cañerías de colesterol. Para mantener el colesterol a raya en estas fechas
debemos identificar las situaciones con un mayor riesgo y procurar tomar
medidas (a ser posible con lápiz y papel) para que cuando lleguen esos momentos
críticos sepamos cómo actuar.