domingo, 6 de noviembre de 2011

El día que dejé de tomar L. casei imunitass

Sucedió una lluviosa mañana, me levanté y dije ¿por qué no?, ante la nevera titubeé en varias ocasiones, no todos los días me someto a decisiones tan complejas y que pueden cambiar el curso de mi vida. Cansada de todos esos hábitos que hago a diario he empezado a simplificar la lista y el L. casei no entra en ella.



Tras el subidón de adrenalina inicial de ignorar a esos simpáticos botecitos las dudas me asaltaron... ¿estaría cercana a una especie de apocalipsis bacteriológico? ¿comenzaría a padecer toda clase de enfermedades incurables?


Paradójicamente no sucedió nada, no sé qué esperaba exactamente, pero imaginaba que tras mucho tiempo recibiendo ese chute diario de bacterias mi cuerpo me lo pediría. No fue así.


Indagando en estudios y en publicaciones menos convincentes mis sospechas se confirmaron. Estos productos llevan por emblema la salud encubierta tras un tupido velo de bacterias armadas como superguerreros capaces de destruir la más cruel de las enfermedades. La realidad es bien distinta, su consumo de forma continuada no aporta una mayor protección de la que nos suministra un yogur común y su "beneficioso" efecto deja de ser tal una vez que el producto deja de tomarse.


Hay personas que indican que tomar todas estas bacterias a diario provoca que nuestro organismo se vuelva perezoso y deje de fabricarlos por sí mismo. En mi opinión, no creo que esto sea tan dramático, es decir, aporta los mismos beneficios que un yogur y como tal hay que tratarlo.


Para los milagros dejemos Lourdes.

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